
La tarde del 15 de noviembre de 2017 el submarino argentino ARA San Juan, con 44 personas a bordo, desapareció en el mar Argentino a unas 250 millas frente al golfo San Jorge. Durante quince días más de 50 embarcaciones y aviones de 13 países diferentes buscaron sin éxito el submarino, que solo pudo ser encontrado un año después de su hundimiento por el Seabed Constructor de la compañía privada Ocean Infinity, confirmando que una implosión al sobrepasar la profundidad de colapso del casco resistente del submarino había acabado con la nave y con la vida de todos sus tripulantes.
El ARA San Juan (S-42) era el segundo de los submarinos de la clase Santa Cruz, tras el primero y que daba nombre a la misma, el ARA Santa Cruz (S-41). Los submarinos formaban parte de un ambicioso plan de reequipamiento naval iniciado en 1974 con el ensamblaje de dos submarinos Type 209 (el ARA Salta y el ARA San Lui) y la contratación al astillero alemán Thyssen Nordseewerke de una nueva serie de seis submarinos de ataque de propulsión diésel-eléctrica, la TR-1700, de los cuales los dos primeros se construyeron en el país europeo, y los otros cuatro nunca llegaron a completarse en Argentina, a pesar de haberse construido el Astillero Ministro Manuel Domecq García (hoy en día Astillero Almirante Segundo Storni) para ello.
El 20 de junio de 1983 el ARA San Juan era botado en Emden y dos años y medio después, el 2 de diciembre de 1985, era entregado a la Armada Argentina. El submarino tenía una eslora de 65,93 metros y una manga de 8,36 metros, con un desplazamiento de 2.140 toneladas en superficie y 2.336 toneladas en inmersión. La propulsión diésel-eléctrica del buque estaba formada por cuatro motores diésel MTU de 1.200 kW de potencia cada uno y cuatro alternadores de 4.000 amperios que generaban la electricidad con la que cargar los 960 elementos de sus baterías de plomo-ácido. En inmersión las baterías alimentaban un motor eléctrico de 6.400 kW que se encargaba de mover la hélice del submarino.

El ARA San Juan dejó Alemania el 21 de diciembre de 1985 con destino a su apostadero de la Base Naval Mar del Plata, a donde llegó el 18 de enero de 1986 tras haber navegado en inmersión 638 horas (27 días). Preparado para ataques contra fuerzas de superficie, submarinos, tráfico mercante y operaciones de minado, el submarino participó durante más de veinte años en los ejercicios desarrollados por la Armada Argentina con el resto de los buques de la Flota de Mar, el Comando Naval Anfibio y Logístico, la División de Patrullado Marítimo y los aviones y helicópteros de la Aviación Naval, así como con unidades de otros países en ejercicios internacionales.
Con el fin de extender la vida útil del submarino durante otros treinta años, el ARA San Juan se sometió a su “reparación de media vida” en el Complejo Industrial Naval Argentino (CINAR). Entre 2014 y 2016 su casco resistente fue carenado, cortado, y ensamblado de nuevo para permitir el desmontaje de su planta propulsora y sus baterías, se comprobaron todas sus válvulas y su sistema eléctrico y se le instaló un radar portátil de navegación, equipos de comunicaciones y un plotter Garmin GPSMAP. Tras completar sus reparaciones y comprobaciones, el submarino se dedicó a realizar las pruebas y comprobaciones necesarias hasta su vuelta al servicio, que se produjo en abril de 2016.

Un año y unos meses después, el 14 de septiembre de 2017, el submarino, tripulado por 38 personas (37 hombres y una mujer) y con seis buzos tácticos también a bordo, se encontraba navegando en misión de patrulla en el mar Argentino cuando una entrada de agua de mar al sistema de ventilación originó un principio de incendio en uno de los bancos de baterías. Tras subsanar el accidente, el ARA San Juan recibió orden de retornar a su base en Mar del Plata, pero al día siguiente, el 15 de septiembre, cuando se encontraba a la altura de la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la zona del golfo San Jorge a unos a 432 kilómetros de la costa, la Armada Argentina perdió toda comunicación con el submarino.
La noticia salió a la luz el día siguiente tras la publicación en el diario digital Infobae la tarde del 16 de septiembre de una foto de la comunicación interna de la Armada ordenando la búsqueda del submarino, informando de la última posición y hora conocida, y solicitando dos naves y una aeronave para iniciar el protocolo de búsqueda y rescate. Al día siguiente la Armada informó oficialmente del hecho mediante un comunicado oficial y un día después se movilizaron todas las unidades disponibles y se aceptó la ayuda internacional para intentar encontrar al ARA San Juan.
Ocho días después de la desaparición se conoció que la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (OTPCE, en inglés CTBTO) y el Sistema de Vigilancia Sónica (SOSUS, del inglés Sound Surveillance System), una cadena de puestos de escucha submarinos repartida desde Groenlandia hasta el Reino Unido, habían detectado el miércoles 15 de noviembre a las 10:31 hora argentina en la zona en la que desapareció el ARA San Juan un “evento anómalo singular corto violento y no nuclear consistente con una explosión”. Esta información confirmaba las sospechas de que el submarino podía haber sufrido una implosión que lo habría destruido.

Durante quince días más de 50 embarcaciones, aviones y 4.000 personas de 13 países diferentes buscaron sin éxito el submarino en un área de más de 480.000 kilómetros cuadrados, casi tan grande como toda la España peninsular, hasta que el 30 de noviembre el gobierno argentino consideró que no había posibilidades ya de encontrar con vida a los tripulantes y ordenó dar por terminada su búsqueda, continuando con las operaciones destinadas a hallar el submarino. Las presiones por parte de las familias de los desaparecidos, incluyendo una acampada de más de cincuenta días delante de la Casa de Gobierno, obligaron al gobierno argentino a contratar a la empresa Ocean Infinity, que inició una segunda búsqueda el 10 de septiembre de 2018. El contrato suscrito entre la compañía con base en Houston y el gobierno establecía una duración de la búsqueda de 60 días y una recompensa de 7,5 millones de dólares si encontraba los restos del submarino, y sin remuneración ninguna en caso de no hallarlos.
El Seabed Constructor, equipado con cinco vehículos submarinos autónomos y la más alta tecnología navegó durante mes y medio en busca del ARA San Juan, hasta que el 26 de octubre anunció por sorpresa que suspendía las operaciones hasta febrero del año siguiente. De nuevo la presión pública hizo efecto y la compañía privada extendió su búsqueda hasta el 17 de noviembre de 2018, día en que halló los restos del submarino a 907 metros de profundidad muy cerca del punto de la desaparición del ARA San Juan y unos 20 kilómetros al noroeste del evento anómalo detectado.

Hoy en día los restos del submarino y sus tripulantes descansan aún en el lugar de su hundimiento, custodiados digitalmente mediante satélite de manera que se vigila el tráfico marítimo de la zona al cual está prohibido acercarse al lugar o sus alrededores. Los familiares de las víctimas temen que al ser una vigilancia digital y no física el lugar pueda ser profanado o dañado, e insisten en la necesidad de recuperar los restos del fondo del mar Argentino.
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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Desde 2013 edita y coordina el blog de temática naval vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de Twitter o LinkedIn.
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