El Aurora y incidente del banco Dogger: cuando la torpeza de la flota rusa casi adelanta 10 años la Primera Guerra Mundial


Petrogrado. 25 de octubre de 1917. 21:40 horas. Una salva disparada desde el crucero protegido Aurora es la señal que marca el inicio del asalto al Palacio de Invierno, residencia oficial de los zares de Rusia. De esta manera, el legendario barco se aseguró un lugar en la historia. Pero cuando llegó ese momento, el Aurora ya era un barco veterano. Había participado en la Primera Guerra Mundial y había logrado sobrevivir al desastre de la guerra ruso-japonesa. Además, había sido uno de los barcos implicados en uno de los episodios más oscuros de la flota rusa, el incidente del banco Dogger y los posteriores sucesos en la ría de Vigo que casi adelantaron una década la Primera Guerra Mundial.



El Aurora era el último de los barcos de la clase Pallada de la Armada Imperial Rusa, construido entre 1896 y 1903, junto con el Diana y el Pallada que daba nombre a la clase. Los tres entraban dentro de la clasificación de cruceros protegidos, buques de guerra suficientemente armados para proteger sus propias rutas marítimas o detener el tráfico mercante enemigo, aunque con menos blindaje y armamento que los cruceros acorazados. Los cruceros protegidos fueron los precursores de los cruceros ligeros, y tanto estos como los cruceros blindados quedaron obsoletos con la llegada del acorazado británico HMS Dreadnought en 1906. De hecho, la construcción de los buques de la clase Pallada en el Astillero del Almirantazgo en San Petersburgo se retrasó tanto que cuando el Aurora entró en servicio en 1903 ya estaba obsoleto frente a buques similares de armadas extranjeras. El barco había sido construido para reforzar la Flota del Báltico, pero el estallido de la guerra ruso-japonesa en febrero de 1904 obligó a su traslado a la primera división del escuadrón de cruceros del Segundo Escuadrón del Pacífico. El 2 de octubre de 1904, una flota de 40 barcos, incluido el Aurora, partió de Liepāja (Letonia) rumbo al mar de Japón.


Los nervios estaban a flor de piel entre las tripulaciones rusas. El ataque de la Armada Imperial Japonesa a Port Arthur entre el 8 y el 9 de febrero sin declaración de guerra previa tomó a los rusos por sorpresa. Muchas de las 150 muertes y daños sufridos por siete de los doce acorazados rusos en el puerto de la costa del Pacífico fueron causados ​​por pequeños torpederos. Los rusos temían que los japoneses intentaran atacar la Flota del Báltico antes incluso de que saliera de Europa, aunque eso implicaba que Japón tuviera capacidad para enviar decenas de barcos a miles de kilómetros de distancia, que sus servicios de inteligencia conocieran los movimientos de los barcos rusos y que contaran con la cooperación de un país europeo. De todo esto, la única opción probable era esta última, debido a la alianza anglo-japonesa firmada en Londres el 30 de enero de 1902, que establecía la cooperación militar entre ambos países y aseguraba que una nación ayudaría a la otra en caso de guerra. La sospecha rusa de que había torpederos japoneses escondidos entre barcos pesqueros ingleses fue clave para la tragedia que estaba por venir.

Una de las mayores flotas pesqueras del Reino Unido a principios del siglo XX era la flota Gamecock, más de cuarenta pequeños arrastreros de la zona de Hull que faenaban en el banco Dogger, un gran banco de arena situado en el centro del mar del Norte a unos 100 kilómetros de la costa. En la noche del 21 al 22 de octubre de 1904, la flota rusa, navegando en dos partes, cruzó el banco Dogger en medio de una densa niebla. Los oficiales rusos vieron las luces de los barcos pesqueros ingleses, pero creyeron que se enfrentaban a un ataque de torpederos japoneses. A medianoche la flota rusa abrió fuego contra los sorprendidos pescadores, provocando el hundimiento del arrastrero Crane y matando a tres marineros ingleses. Si el desastre no fue mayor fue por dos razones: la primera, la ineficacia y mala puntería de los artilleros rusos. El Oryol disparó más de 500 proyectiles sin alcanzar ningún objetivo. La segunda, que mientras atacaban a los barcos pesqueros, la otra mitad de la flota rusa apareció detrás de los ingleses. Pensando que eran buques de guerra japoneses, los rusos comenzaron a atacarse entre sí. El Aurora, que se encontraba en esta segunda parte de la flota, fue alcanzado por cinco proyectiles, uno de los cuales alcanzó directamente al capellán del barco, matándolo e hiriendo a varios otros miembros de la tripulación. Poco después de la una de la madrugada el fuego cesó. Los barcos pesqueros ingleses recogieron a sus heridos y se dirigieron a Hull mientras los rusos huyeron del lugar por temor a ser atacados por más torpederos japoneses.


La reacción de la sociedad británica ante el ataque fue de ira y rabia. Exigieron una explicación al gobierno ruso y una respuesta de su propio gobierno. El Almirantazgo ordenó a los barcos de la Home Fleet que partieran hacia el sur y a los estacionados en Gibraltar que se fueran hacia el norte para dar caza a la escuadra rusa, que llegó a Ferrol, Vilagarcía y Vigo el día 26. Los rusos habían contratado el reabastecimiento de carbón en los puertos gallegos a varios barcos llegados desde Alemania. Mientras el Aurora fondeaba frente a Bueu, al sur de la ría de Pontevedra, el buque insignia de la escuadra y otros cuatro barcos entraron en la ría de Vigo. Sin embargo, España negó suministros a los barcos rusos, alegando su neutralidad en el conflicto entre ellos y Japón y sus respectivos aliados, los alemanes y los británicos. Esta neutralidad también obligaba a la flota a tener que abandonar los puertos españoles en el plazo de veinticuatro horas. Pero detrás de las Cíes los barcos ingleses empezaron a concentrarse. El HMS Lancaster amenazó con entrar en la ría de Vigo y abrir fuego contra los rusos. La tensión estaba en su punto máximo y unos pocos kilómetros separaban a ambos imperios de la guerra. Todas las miradas de la diplomacia europea estaban puestas en la ciudad gallega.

Sólo la intercesión francesa permitió que la diplomacia y la razón prevalecieran, evitando la guerra. Rusia admitió que una comisión independiente estudiara lo ocurrido en el banco Dogger y se comprometió a aceptar su decisión. Además, el almirante Rozhestvenski, al mando de la flota, decidió desembarcar en Vigo a los oficiales responsables del ataque para que pudieran ser juzgados por un tribunal internacional. A cambio, España aceptó que los barcos rusos llevaran a cabo un suministro limitado de carbón y provisiones, suficiente para llegar al puerto de Tánger, y los británicos permitieron que la flota abandonara paulatinamente la ría hasta que el último barco ruso abandonó la ciudad olívica el 1 de noviembre de 1904. A principios de 1905, la comisión de investigación sobre el incidente del banco Dogger celebrada en París dictaminó que los oficiales rusos eran inocentes, justificando su ataque en la espesa niebla y el temor a un ataque japonés. En cualquier caso, obligó a Rusia a pagar a las víctimas una suma de 66.000 libras de la época, unos 10 millones de euros de hoy en día.


Junto con los demás barcos de la flota, el Aurora continuó su viaje hacia el lejano Japón, donde les esperaba la más dolorosa de las derrotas. En la batalla de Tsushima, entre el 27 y el 28 de mayo de 1905, la flota japonesa al mando del almirante Togo destruyó dos tercios de los barcos rusos, 4.380 marineros murieron y 5.917 fueron hechos prisioneros. La derrota aceleró la firma del Tratado de Portsmouth el 5 de septiembre de 1905, que puso fin a la guerra ruso-japonesa. Además, la casi total desaparición de la Armada Imperial Rusa aumentó el descrédito del régimen zarista, contribuyendo a la Revolución Rusa de 1905 y a largo plazo a los acontecimientos que condujeron a la Revolución de Octubre en la que el Aurora fue protagonista. El Aurora que fue una de las pocas unidades que se salvaron del desastre de Japón y que ha sobrevivido hasta nuestros días a la Guerra Ruso-Japonesa, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose en un símbolo del siglo XX y funcionando hoy en día como barco museo en San Petersburgo.


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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Con más de 20 años de experiencia en el sector naval, desde 2013 edita y coordina el blog vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de LinkedIn.

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