Ann Davison, la primera mujer en cruzar el Atlántico en solitario


“To Tell the Truth” es uno de los concursos televisivos más antiguos de la televisión americana, emitiéndose en diferentes épocas desde 1956. En él, tres personas (la verdadera y dos impostores) se enfrentan a un equipo de cuatro famosos que tiene que descubrir cuál de los tres es el verdadero protagonista de la historia relatada por el presentador. Cuantas más preguntas necesiten los famosos para resolver el enigma, mayor es el premio que se reparten los concursantes. A principios de 1962, tres mujeres concursaron haciéndose pasar por la primera en cruzar el Atlántico en solitario. Ninguno de los cuatro famosos había oído de su hazaña, aunque se había realizado tan solo diez años antes. Esta es la historia de Ann Davison, la primera mujer en cruzar el Atlántico en solitario.



A Ann Davison, nacida Margaret Ann Longstaffe el 5 de junio de 1913 en Carshalton (Inglaterra), le gustaban los caballos desde pequeña. Y esa fue la razón de que se apuntara a la London Veterinary College. Pero todo cambió durante un viaje a Buenos Aires para celebrar su 21 cumpleaños. Allí se puso a los mandos de un avión por primera vez, despertando su pasión y llevándola a ser en 1935 una de las primeras mujeres en el Reino Unido con licencia comercial de piloto y a dedicarse de forma autónoma al transporte aéreo de carga y pasajeros. En 1937 obtuvo un empleo como piloto del aeródromo comercial de Hooton, al sur de Liverpool. El propietario y director del pequeño aeropuerto era Frank Davison, casado en aquella época con la también aviadora Elsie Joy Davison [1]. La relación entre Ann y Frank fue estrechándose hasta enamorarse, lo que llevó al divorcio de Frank y Joy y al matrimonio con Ann en 1939, que tomaría el apellido de su nuevo marido.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial acabó con su forma de vida. El aeródromo fue requisado para el esfuerzo de guerra y Frank, de 40 años, fue rechazado para el servicio. Los Davison se instalaron primero en Mere Brook House, cerca de su antiguo aeropuerto, pero acabaron poco después buscando nuevos horizontes mudándose primero a la isla de Inchmurrin y después a la de Inchfad, ambas en el lago Lomond escocés. El fin de la guerra y la dureza de los inviernos en Escocia animaron a los Davison a buscar nuevos horizontes. Su plan era navegar al Caribe en busca de una nueva vida en Cuba, lejos de Europa. Y lo primero era encontrar una embarcación adecuada. Su búsqueda terminó con la compra en 1947 del queche Reliance, un velero con dos mástiles de 70 pies de eslora. Ann y Frank pusieron todos sus ahorros en la rehabilitación del barco hasta agotarlos, y en la primavera de 1949 vivían con la amenaza de que la embarcación fuera embargada para hacer frente a sus créditos pendientes con los bancos.

Ante esta situación, el matrimonio decidió echarse en mayo a la mar, aunque el Reliance no estaba preparado. Durante 19 días Ann y Frank se enfrentaron al mal tiempo en el canal de la Mancha, evitando pedir ayuda o recalar en puerto alguno por el miedo a que el barco fuera embargado. El motor dejó de funcionar y las velas salieron volando. El Reliance terminó embarrancando en Portland Bill, al sur de Inglaterra. Aunque consiguieron lanzar su balsa salvavidas, la fuerza de las olas hizo que la balsa volcara varias veces y los Davison cayeran al agua una y otra vez. Tras catorce horas peleando con el mar embravecido, Frank falleció, mientras Ann fue capaz de alcanzar los acantilados de la orilla y ponerse a salvo.


El aprendizaje obtenido durante la restauración del Reliance y las nociones básicas de navegación que Frank le había enseñado le sirvieron a Ann para encontrar un trabajo en un pequeño varadero de Tor Bay. Ann repartía su tiempo entre su trabajo y una nueva pasión, la escritura. Su libro “Last Voyage”, en el que relataba su vida en común con Frank hasta su fatídico accidente resultó todo un éxito de ventas, y ayudó a cancelar las deudas que pesaban sobre el barco accidentado. Mientras pasaba los días y semanas trabajando, Ann fue pergeñando el desafío de su vida: cruzaría el Atlántico en solitario como homenaje a su marido fallecido. En Tor Bay Ann conoció al capitán de fragata C.A. Lund [2], que había servido en la Royal Navy como profesor de navegación durante más de veinte años. Lund ayudó a Ann a perfeccionar su manejo de pequeñas embarcaciones, así como a calcular las mareas y a trazar un rumbo utilizando la navegación astronómica. Fue el propio Lund el que encontró el Felicity Ann, el barco con el que Ann se enfrentaría al reto de cruzar el Atlántico.

El Peter Piper (primer nombre de la embarcación) era el casco número 12 de una serie de sloops [3] de cuatro toneladas y 23 pies diseñados por Sid Mashford y construidos en la carpintería de ribera de Cremyll, en Cornualles, entre 1939 y 1949. El destino del Peter Piper era servir como barco de recreo en Noruega, pero su comprador original nunca realizó el viaje y acabó por vendérselo a Ann en 1950. La conexión de Ann con el barco fue instantánea, aunque le había parecido algo pequeño y tenía dudas de cómo se enfrentaría con él al mal tiempo en alta mar. Durante los preparativos para el viaje, Ann contó con la ayuda de Humphrey Barton [4], marino experto en el cruce del Atlántico, que aconsejó la realización de importantes modificaciones al Felicity Ann. Siguiendo sus instrucciones se redujo el mástil en 6 pies y la botavara en 8 pulgadas, reduciendo la superficie vélica de 237 a 183 pies cuadrados, se reforzó la estructura de la cubierta con acero y se modificó la bañera de popa subiendo las brazolas e incorporando un toldo para protegerse de las olas.

Cuando el plan de Ann de navegar de Plymouth hasta Antigua en solitario se hizo público la prensa mundial puso su foco en ella. Nadie creía que una mujer fuera capaz de lograrlo y su singladura fue bautizada como “la ruta de la muerte”. Nada evitó que el 18 de mayo de 1952 Ann partiera desde Plymouth con destino a la isla de Madeira, su primera parada programada. Pero tras cuatro días en el mar, el Felicity Ann apenas había recorrido 200 millas. Al quinto día, las tormentas habían llenado el barco de agua y las bombas de achique estaban atascadas. Un barco pesquero que la encontró se ofreció a remolcarla hasta Douarnenez, en la Bretaña francesa. Desde Francia Ann necesitó otros ocho días para navegar hasta Vigo, su siguiente parada.

Ann entró en la ría de Vigo el 19 de junio de 1952, más de un mes después de su partida de Plymouth. Desde la ciudad olívica navegó 19 días hasta Gibraltar y otros siete hasta Casablanca. Según su plan inicial, debía de estar ya en Antigua, pero se tomó unas semanas más de descanso en la ciudad africana. Cruzar hasta Las Palmas de Gran Canaria le tomó otros 29 días debido a la ausencia de viento, a una media de menos de 20 millas al día. Como ella misma dejó escrito, ”un récord de tardanza que probablemente se mantenga por algún tiempo, a menos que alguien lo intente a nado”.


En las islas Canarias Ann Davison coincidió con Alain Bombard, el médico francés que estaba a punto de embarcarse en su “experimento”, el cruce del Atlántico en solitario y sin provisiones, alimentándose solamente de los peces que pudiera pescar y bebiendo el agua de la lluvia y del mar, a bordo de una pequeña zodiac de cuatro metros y medio de eslora, con un sextante, un reloj y una lona para cubrirse como todo equipaje.

Ann aprovechó la estancia en las Canarias para que limpiaran el casco de su barco y lo pintaran con antioxidante con óxido de cobre. El 20 de noviembre de 1952, Ann comenzó la última etapa de su viaje, aquella que debía llevarla a América. El clima no perdonó a la navegante. Las tormentas se alternaban con días de calma chicha. Davison sufrió de disentería, lumbago, forúnculos, falta de sueño e incluso un golpe en la cabeza tras darse con la botavara. Ann estaba tan cansada que cuando el 18 de enero de 1953 pasó junto a Barbados y más tarde junto a Santa Lucía fue incapaz de acercarse a tierra. Casi una semana después, el 24 de enero, bajo los efectos de la bencedrina que utilizaba como estimulante y viendo doble con un ojo, fue capaz hacer tierra en Dominica. Tras ocho meses y 5.100 millas náuticas, Ann Davison dejaba su huella en la historia como la primera mujer en cruzar el océano Atlántico en solitario.

Dominica no fue el fin de su aventura. En palabras de la propia Ann, “ningún cruce del Atlántico está acabado hasta que llegas a América”. Tras descansar y reparar el Felicity Ann en English Harbour (Antigua y Barbuda), Ann navegó hasta Miami, en Florida, y desde allí hasta Nueva York a través del Canal Intracostero del Atlántico [5]. El 23 de noviembre de 1953 Davison llegaba al Muelle 75 de la Gran Manzana. Ann fue invitada a participar en el Salón Náutico de Nueva York de 1954 para celebrar su logro histórico.


Durante los cinco años siguientes, Ann vivió como navegante errante entre Nueva York y las Bahamas, plasmando su viaje en un nuevo libro titulado “My Ship Is So Small” y publicado en 1956, que resultó, al igual que su primer libro, todo un éxito de ventas. Finalmente, Davison se estableció en Florida, en donde conoció y se casó con Bert Billheimer, un fotógrafo del Miami Herald. La navegante vendió el Felicity Ann para hacerse con un yate a motor de 17 pies bautizado como Gemini con el que circunnavegar en solitario el este de los Estados Unidos a través de la costa este, los Grandes Lagos, el río Mississippi y el golfo de México. El viaje tuvo que retrasarse al ser diagnosticada de cáncer, pero una vez superada la enfermedad, Ann realizó su última gran aventura.

Ann Davison falleció el 12 de mayo de 1992, a los 78 años en Florida. Su obituario publicado en el Tampa Tribune no mencionaba su hazaña en el Atlántico, y ninguno de los grandes medios de los EE.UU. recogieron su muerte. En 2017 el ayuntamiento de Wirral instaló una placa marcando el antiguo domicilio de Ann en Mere Brook House como recuerdo a la navegante y aviadora y su viaje a través del Atlántico en solitario.


Y su barco, el Felicity Ann, tras pasar por diferentes propietarios, acabó en 2017 en poder del Northwest School of Wooden Boatbuilding de Port Hadlock, en el estado de Washington, en la costa americana del Pacífico, en donde tras ser restaurado es utilizado como herramienta para el empoderamiento femenino a través de la navegación, mediante clases de vela y otras actividades.


Notas

[1] De origen canadiense, Elsie Joy Davison (1910 – 1940) fue la primera piloto británica en morir durante la Segunda Guerra Mundial, sirviendo para el Air Transport Auxiliary de la RAF.

[2] Los conocimientos en navegación del capitán de fragata C.A. Lund puede comprobarse a través de sus libros “Compasses in Small Craft”, “Coastal and Deep Sea Navigation” o “The Handling of Motor Craft”

[3] Un sloop es un barco de vela del tipo balandro con aparejo proa-popa y un único palo más avanzado que el palo de un cúter.

[4] Humphrey «Hum» Barton (1900 – 1980), marino inglés de gran influencia en el desarrollo de la navegación a vela en alta mar, es más conocido como el fundador del Ocean Cruising Club, un club de regatistas de alta mar identificados por un gallardete azul burdeos y amarillo con un pez volador en la parte azul.

[5] El El Canal Intracostero del Atlántico (Intracoastal Waterway, en inglés) es una ruta de navegación en los EE.UU., de más de 4.800 km, que va desde el océano Atlántico hasta el golfo de México.


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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Con más de 20 años de experiencia en el sector naval, desde 2013 edita y coordina el blog vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de LinkedIn.

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