España 92. Un nombre y una cifra que evocan las olimpiadas de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, la conmemoración del Quinto Centenario del descubrimiento de América, la inauguración de la primera línea de tren de alta velocidad,… Y entre todos estos fastos, se decidió, por qué no, intentar también el asalto a la Copa América, la competición más importante del mundo de la vela, que permitía además al ganador celebrar la siguiente edición de la regata en sus aguas, con el consiguiente impacto mediático y económico a nivel mundial.
Celebrada y casi inmutable desde 1851, año en que la goleta America (de ahí el nombre de la regata) venció a 15 barcos británicos en sus propias aguas, la edición de 1992 se presentaba como la primera con una regla de clase definida para los barcos en competición, es decir, todos los barcos debían ceñirse a un reglamento cerrado para la construcción que definía tipología y dimensiones. Se había llegado a esta situación debido a los hechos ocurridos tras la regata de 1983.

Tras 132 años de victorias americanas, la historia cambió el 26 de septiembre de 1983. Aquella tarde, el Australia II, del Real Club de Yates de Perth (Australia) venció al Liberty americano en el campo de regatas de Newport, Rhode Island (Estados Unidos), rompiendo la hegemonía americana y llevándose la realización de la siguiente regata al hemisferio sur.
Allí, Dennis Conner, el mismo patrón americano derrotado cuatro años antes, se tomaba la revancha en 1987 derrotando con su Stars and Stripes del Club de Yates de Nueva York al Kookaburra III australiano (si alguien tiene curiosidad, esta historia ha sido llevada al cine en la película La fuerza del viento de 1992). Aunque el siguiente desafío (las eliminatorias entre los diferentes aspirantes para ver quien se enfrenta en la final al anterior ganador) no debía llevarse a cabo hasta 1991, Michael Fay, un banquero neozelandés encontró un resquicio legal en el reglamento que rige la Copa América desde 1887, el Deed of Gift, para retar por libre a los ganadores americanos.
El tema llegó hasta la Corte Suprema del Estado de Nueva York, que obligó a la celebración de la regata, en la que el catamarán americano, bautizado Stars and Stripes como el anterior ganador, aunque participando por el Club de Yates de San Diego venció claramente al monocasco New Zealand KZ1 de los kiwis. Pero Fay no se dio por vencido y planteó una nueva demanda, esta vez al considerar ilegal la pelea entre un monocasco y un catamarán. Aunque la Corte Suprema del Estado de Nueva York aceptó la demanda y falló a favor de los neozelandeses, la apelación americana sirvió para que el trofeo se quedara en los Estados Unidos.

Y como consecuencia final de todos estos litigios, se llegó a la adopción de una nueva y única clase de yates de competición para la regata, la IACC (International America´s Cup Class), que definía las embarcaciones para la regata de 1992 como “unos monocascos de navegación de día, fuertes, rápidos y maniobrables, de prestaciones parecidas y destinados a regatear espectacularmente en match race con un amplio espectro de vientos […] que regatearán entre balizas, con la presencia de embarcaciones auxiliares, y no para regatas de altura con fuertes vientos y duras condiciones de mar”, fijando mediante una fórmula la relación entre la eslora, el desplazamiento y la superficie vélica de las embarcaciones, de tal manera que aunque todos los barcos son similares, tiene leves diferencias en cuanto a prestaciones, características y puntos fuertes.
DSP: desplazamiento en metros cúbicos
L: eslora en metros
S: superficie vélica en metros cuadrados
De esta manera llegaba España por primera vez a la competición, con el Monte Real de Yates de Bayona como el club de yates español que nos representaba y bajo la denominación Copa América Desafío Español – Quinto Centenario, nacida de la fusión de la Asociación del Desafío España y la Sociedad Estatal del Quinto Centenario del Descubrimiento, y con el regatista gallego Pedro Campos a la cabeza, con el ambicioso objetivo de hacerse con la Jarra de las Cien Guineas, el trofeo otorgado al ganador de la Copa América.
El mayor proyecto de la historia de la vela española contó con un presupuesto inicial de 3.000 millones de las pesetas de la época, un Consejo en el que participaron todos los deportistas náuticos españoles con medalla olímpica y el apoyo de la industria española, encabezado por el astillero de Astilleros Españoles en Puerto Real, aunque el camino hacia San Diego se encontró con problemas importantes. El España 92, construido en el astillero de Astilleros Españoles en Puerto Real (actual Navantia Puerto Real), sufrió un accidente en enero de 1991 en aguas de Palma de Mallorca en el que rompió su quilla, una de las partes más importantes del velero al encargarse de sustentar y aguantar toda la estabilidad de la embarcación.
Así que el equipo español se presentó a mediados de 1991 a los entrenamientos oficiales de la regata del año siguiente con un velero alquilado al equipo de Nueva Zelanda con el que ganar experiencia mientras el España 92 era reparado. Finalmente, el España 92 se presentó a tiempo para las eliminatorias de la Copa América de 1992, en donde se enfrentó a dos equipos australianos (Spirit of Australia y Challenge Australia) a uno de Nueva Zelanda (New Zealand Challenge), a un francés (Le Défi Francais), a un japonés (Nippon Challenge for the America’s Cup), a un sueco (Swedish America’s Cup Challenge) y al italiano Il Moro di Venezia.

Tras 18 regatas, el equipo del Monte Real Club de Yates de Bayona sumó siete victorias y finalizó la competición en quinta posición, quedándose a las puertas de las semifinales al acabar quinto en la clasificación, el mejor resultado de un desafío español en la Copa America hasta la actualidad. El italiano Il Moro di Venezia resultó ganador de la competición, y se enfrentó al America3, representante del Club de Yates de San Diego, por la Jarra de las Cien Guineas, con el que perdió por un contundente 4 a 0.
Utilizado como sparring para los siguientes proyectos españoles en la Copa America, el España 92 acabó sus días adornando la entrada del Puerto Elcano de Cádiz, en donde se encuentra desde el año 2000 cedido durante 50 años por Navantia.

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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Desde 2013 edita y coordina el blog de temática naval vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de Twitter o LinkedIn.
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