
41 segundos. Esa fue la exigua diferencia que acabó con 132 años de continuas victorias de EE.UU. en la Copa America. Esta es la historia de cómo Australia desafió en 1983 a la superpotencia americana y acabó ganando la más importante competición del mundo de la vela en una de las ediciones más intensas que se recuerdan.
La primera Exposición Universal tuvo lugar en Londres entre el 1 de mayo y el 15 de octubre de 1851. Dentro de los diferentes actos que se realizaron en la “Gran Exposición de los trabajos de la Industria de todas las naciones”, destacó la regata realizada el 22 de agosto alrededor de la la isla de Wight, al sur de Inglaterra, entre 14 embarcaciones locales del Real Escuadrón de Yates de Londres y una invitada, la goleta America del Club de Yates de Nueva York. El yate estadounidense resultó ganador de la prueba, llevándose el trofeo en juego, un aguamanil de plata diseñado en 1848 por el joyero oficial de la Casa Real, Robert Garrard, valorado en cien guineas de oro. El trofeo fue donado posteriormente por el armador de la goleta America, John Cox Stevens, al Club de Yates de Nueva York, con la intención de que el club fomentara la competición entre naciones organizando una regata que tuviese dicho trofeo como premio. Este fue el origen de la Copa America de vela, la competición deportiva más antigua en marcha en el mundo. Durante los siguientes 132 años y 24 ediciones de la regata, las embarcaciones del Club de Yates de Nueva York vencieron a todos aquellos que osaron desafiarles, manteniendo el trofeo y la celebración de la competición en territorio americano. Hasta 1983.

El multimillonario australiano Alan Bond estaba obsesionado con la Copa America. Con 32 años, en 1974, realizó su primer intento. Su yate Southern Cross del Real Club de Yates de Perth llegó a la final, pero perdió por un contundente 4 a 0 contra el Courageous de Ted Hood. Idéntico resultado fue el que consiguió con su Australia en 1977, de nuevo frente al Courageous, ahora del empresario televisivo Ted Turner. Bond no se rindió, y en 1980 perdió de nuevo, pero su Australia fue capaz de llevarse una pequeña victoria frente al Freedom, al perder por 4 a 1, lo que le sirvió de aliciente para un nuevo intento en 1983. Para ese año, Bond juntó una tripulación de veteranos de anteriores ediciones con sangre nueva, poniendo al mando a John Bertrand, medallista en los Juegos Olímpicos de Montreal 76 y que ya había participado en las ediciones de 1970, 1974 y 1980 de la copa. Para el diseño del nuevo barco, Bond volvió a confiar en Ben Lexcen, que se había encargado también del diseño de sus anteriores embarcaciones.



Robert Clyde Miller dejó la escuela con tan solo 14 años para convertirse en aprendiz de mecánico de locomotoras, aunque pronto cambió su atención hacia el mundo del diseño de veleros, en el que destacó ya desde los 16 años. Con una carrera meteórica, el éxito de sus diseños llevó a Alan Bond a contratarlo para que diseñase el Southern Cross, el velero para su primera aventura en la Copa America de 1974. Aunque no tuvieron ninguna opción en la final contra los americanos, Bond decidió seguir confiando en Miller para sus siguientes intentos. Fue en esa misma época en la que para evitar un conflicto de intereses entre sus nuevos proyectos y una empresa que había fundado junto con un excompañero y que llevaba su nombre, Miller decidió cambiar su nombre por el de Ben Lexcen. Ya firmando con su nuevo nombre se encargó del diseño del Australia con el que perdieron en 1977 y en 1980. Todas estas experiencias demostraron que si querían tener alguna oportunidad en 1983 y vencer por primera vez a los americanos, algo que no había pasado en 132 años, necesitaban hacer algo fuera de lo normal.
El Australia II fue la respuesta a lo que estaban buscando. Su nuevo velero de la clase 12 metros unía una serie de avances tecnológicos en materiales y diseño que lo hicieron casi imbatible. A su nuevo y radical diseño de velas obra del neozelandés Tom Schnackenberg, su aparejo de kevlar o su botavara de fibra de carbono, Lexcen añadió dos piezas clave en su victoria: la eslora en la flotación más corta jamás medida en un 12 metros y sobre todo, una quilla con alas que hacía al Australia II más estable y manejable, y mucho más rápido que cualquier otro velero de su clase. Las normas de la Copa America recogen que tanto la ingeniería como la construcción de las embarcaciones contendientes tienen que realizarse en su país. Por ello, Australia pidió permiso en 1980 para realizar diferentes tests hidrodinámicos en el canal de experiencias del MARIN (Instituto de Investigación Marítima de los Países Bajos) en Wageningen, recibiendo la autorización del Club de Yates de Nueva York. A principios de 1981, Lexcen pasó varios meses en el canal, realizando diferentes pruebas, mediciones y análisis con el apoyo de los ingenieros locales Peter van Oossanen y Joop Sloof. Durante estas pruebas, Lexcen descubrió como su diseño de quilla alada mejoraba el rendimiento de la embarcación, manteniendo en secreto su gran avance. Con el diseño finalizado, la construcción del Australia II comenzó en Cottesloe, a cargo del constructor naval local Steve Ward.

En la primavera de 1983, el Australia II y su tripulación estaban listos. Pero antes de poder llegar a la final, debían vencer a todas las otras embarcaciones desafiantes en las Challenger Selection Series recientemente rebautizadas como Copa Louis Vuitton en honor de su patrocinador. Entre el 18 de junio y el 26 de septiembre de 1983, el Australia II junto con otros dos equipos australianos, un italiano, un francés, un canadiense y un británico se midieron en las rondas previas en Newport, resultando ganador el Australia II tras derrotar en la semifinal al Azzurra italiano y en la final al Victory ’83 británico. Cada vez que el barco australiano salía del agua entre regatas, su personal se encargaba de ocultar la quilla alada tras unas grandes telas, lo que aumentaba el misterio de la misma, la curiosidad de los espectadores y las suspicacias del Club de Yates de Nueva York, defensor del título y gran favorito para llevarse la copa. Tanto, que llegaron a elevar una protesta basada en dos argumentos: por un lado, argumentaron que la quilla era un diseño de los ingenieros neerlandeses de Wageningen, lo que haría que el barco no fuera 100% australiano; por otro, que el diseño del barco no se correspondía con las especificaciones de un 12 metros. Ninguna de sus denuncias prosperó y el Australia II refrendó su puesto en la final, en donde los esperaba el Liberty del Club de Yates de Nueva York con Dennis Conner, una leyenda de la Copa America como su patrón.
El 14 de septiembre tuvo lugar la primera regata de la final, pero el Australia II, que no había tenido ningún problema durante las regatas anteriores, vio como se rompía su timón y perdía frente a los americanos. Al día siguiente, una rotura de un cabo hizo que perdieran de nuevo. 2-0 para los americanos. El día 18 tuvo lugar la tercera regata, en la que esquivando cualquier fallo técnico el Australia II se imponía por más de 3 minutos al Liberty, pero dos días después la pericia de Conner ponía el 3-1 en el marcador. A tan solo una regata de la derrota, el ánimo de la tripulación australiana estaba por los suelos, pero un mensaje de apoyo del primer ministro australiano Bob Hawke levantó la moral del equipo. Bertrand y su tripulación vencieron el 21 de septiembre en la quinta regata, poniendo el 3 a 2 en el marcador y forzando por primera vez en la historia de la competición una sexta regata. El seguimiento de la competición en Australia era total, tanto que cientos de australianos llegaron a Newport para apoyar a su equipo. El día 22 el Australia II vencía de nuevo aventajando a los americanos en más de tres minutos, igualando la serie y poniéndose a una victoria del título.
El 26 de septiembre de 1983 tuvo lugar la séptima y última regata. Conner y su equipo aprovecharon todo el tiempo disponible para hacer reformas en su embarcación y llegar en las mejores condiciones posibles al campo de regatas. Tras la salida, el Liberty se puso pronto en cabeza. Las modificaciones llevadas a cabo en el barco americano lo hacía más rápido de lo que había sido hasta ahora en la competición, llegando a coger un minuto de ventaja sobre los australianos. Parecía que todo estaba perdido y que la copa se quedaría una vez más en América. Pero en un movimiento inusual, en la última boya Conner decidió ir a estribor y no cubrir a Bertrand, que viró a babor para aprovechar el viento. Poco a poco, la distancia entre las dos embarcaciones iba reduciéndose, hasta convertirse en un mano a mano. Los americanos traslucharon para cruzarse con el barco australiano, y lo mismo hicieron estos poco después, arriesgándose a un choque en cada maniobra. Finalmente, el velero australiano cruzó la línea de meta en primer lugar con tan solo 41 segundos de ventaja sobre los americanos. 41 segundos que rompían una racha de 132 años.
A medio mundo de distancia, miles de australianos celebraban la victoria enfrente de sus televisores. Días después, más de 200.000 personas abarrotaron las calles de Perth durante el desfile de los vencedores. Por primera vez en más de un siglo, la Copa America dejaba el Club de Yates de Nueva York para ser trasladada al Real Club de Yates de Perth. Para EE.UU., representó toda una humillación nacional, una amenaza a su hegemonía deportiva y tecnológica. El Club de Yates de Nueva York culpó totalmente de la derrota a Dennis Conner. El hombre que había ganado la copa en 1974 y 1977 como tripulante, y en 1980 como patrón, pasó de campeón a fracasado. Aunque no tardaría en tomarse su revancha.

Para la edición de la copa en 1987 en aguas australianas, ni Lexcen ni Bertrand participaron en el evento por la parte australiana. El representante australiano fue el Kookaburra III patroneado por Iain Murray. Los americanos, dispuestos a recuperar la copa a toda costa, presentaron hasta seis embarcaciones desafiantes en la Louis Vuitton, entre ellas el Stars and Stripes 87 de Dennis Conner, que esta vez defendía los colores del Club de Yates de San Diego. La competición fue un paseo para Conner, que se llevó las semifinales por 4-0 frente al USA del Club de Yates de San Francisco y la final venciendo por 4-1 al Kiwi Magic neozelandés. El 4 de febrero de 1987 el Stars and Stripes 87 conseguía su cuarta victoria frente al Kookaburra III y con ella la victoria en la Copa America, que volvía a EE.UU., pero no al Club de Yates de Nueva York, sino al de San Diego. Conner consumaba su revancha y su venganza.

Una historia como esta no pasó desapercibida para Hollywood, y en 1992 se estrenó la película Wind (La fuerza del viento, en España), dirigida por Carroll Ballard y producida entre otros por Francis Ford Coppola, en la que se ficciona la derrota americana en 1983 y su revancha en 1987. Más actual es el documental estrenado por Netflix el pasado 6 de septiembre dentro de la serie Secretos del deporte. Titulado La regata del siglo y dirigido por los hermanos Chapman Way y Maclain Way, ganadores de un premio Emmy, recupera imágenes nunca vistas de la competición y muestra entrevistas con John Bertrand, Dennis Conner y otros miembros clave de las tripulaciones estadounidense y australiana de 1983, a la par que destaca el talento de Ben Lexcen.
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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Desde 2013 edita y coordina el blog de temática naval vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de Twitter o LinkedIn.
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