Hedy Lamarr, la inventora olvidada

En los últimos tiempos, la naviera Baleària, con el objetivo de visibilizar y reconocer el papel de las mujeres en la historia, ha bautizado seis de sus buques con nombres de mujeres sobresalientes que han sido y son fuente de inspiración, para dar a conocer sus logros y su legado. Una de esas mujeres fue la polifacética Hedy Lamarr, actriz e inventora.

Imágen vía Harbour Pilot

A Hedy se la conoce principalmente por su faceta de actriz, sin embargo, hay otra parte de ella con muchísima más relevancia social: sus invenciones sentaron las bases para el desarrollo de tecnologías que permitirían las comunicaciones inalámbricas de larga distancia y serían precursoras de los actuales GPS, Bluetooth o WiFi, entre otros.

Hedwig Eva Maria Kiesler nació en Viena en 1914 y por su brillantez intelectual fue considerada por sus profesores como superdotada. Creció escuchando las interpretaciones de su madre al piano y ella misma se convirtió en una virtuosa del instrumento. Decidió estudiar ingeniería pero abandonó sus estudios para cumplir su sueño de ser actriz. Se convirtió en estrella en 1932 con una película checoslovaca muy polémica, Extasis, que terminó siendo censurada y prohibida tras la multitud de críticas que le llovieron por ser considerada un “escándalo sexual”.

A raíz de esto, se vio abocada a un matrimonio forzado con Fritz Mandl, un magnate de la empresa armamentística, ya que sus padres vieron en esto una oportunidad de enmienda para su hija. Mandl resultó ser extremadamente controlador obligándola, por ejemplo, a acompañarle a todos sus actos sociales y cenas de negocios. Hedy convirtió esta situación en oportunidad retomando sus estudios de ingeniería y aprovechando para aprender y recopilar toda la información posible sobre tecnología nazi.

Finalmente, la continua vigilancia resulto insoportable para Hedy y decidió huir hacia Paris con lo puesto, a excepción de joyas para conseguir dinero. Logró llegar a Londres y embarcarse en el trasatlántico Normandie con destino a Estados Unidos. Durante la travesía coincidió con el productor de cine Louis Mayer, que le ofreció un trabajo a condición de que cambiase su nombre para que no se la relacionase con la película Extasis. Se quedó con el de Hedy Lamarr en memoria de la actriz del cine mudo Bárbara La Marr y, a bordo, firmó su contrato con la Metro-Golwyn-Mayer. Acababa de nacer “la actriz más glamurosa de las pantallas”. Se instaló en Hollywood y trabajó con grandes de la época en múltiples producciones, entre las que se encuentra Sansón y Dalila (1949), que fue su mayor éxito.

Hedy era gran conocedora de las prácticas nazis y conservaba un profundo rencor hacia ellos por lo que, en 1941, decidió contribuir de forma personal con los aliados. Cuando ofreció sus conocimientos de ingeniería al National Inventors Council, éstos le sugirieron que colaborase haciendo uso de su físico y su éxito como actriz. Hedy y su representante idearon una campaña por la cual quien adquiriese 25.000 dólares o más en bonos de guerra, recibiría un beso de la actriz. La campaña resultó más que exitosa, recaudándose 7 millones de dólares en una sola noche. Aun así, ella no estaba satisfecha, y consideraba que podía aportar muchísimo más por medio de sus conocimientos técnicos.

El área de las comunicaciones resultaba crítica, y se estaban experimentando sistemas de guiado de armas por control remoto mediante señales de radio, pero los gobiernos eran reticentes a fabricar misiles teledirigidos por miedo a que las señales de control fuesen interceptadas por el enemigo. Hedy propuso una solución tan simple como eficaz: transmitir los mensajes fraccionándolos en pequeñas partes, cada una de las cuales se transmitiría cambiando de frecuencia siguiendo un patrón pseudoaleatorio. El procedimiento propuesto se conoce como “transmisión en espectro ensanchado por salto de frecuencia”, Frequency Hopping Spread Spectrum (FHSS) en inglés, y su principal ventaja es que las señales son altamente inmunes a ruidos e interferencias y difíciles de reconocer e interceptar.

Acompañada por George Antheil, pianista y compositor norteamericano que, en 1923, había estrenado su obra Ballet Mécanique, en la cual sincronizaba sin cables 16 pianolas, desarrollaron un sistema que “funcionaba” empleando dos pianolas, una en la estación emisora y otra en la receptora y codificando los saltos de frecuencia, y el 10 de junio de 1941 presentaron la solicitud de patente para un “Secret Communication System” que les fue concedida el 11 de agosto de 1942, cuando Estados Unidos ya estaba en guerra. La patente estaba pensada para la aplicación concreta como control remoto del timón de un torpedo, y podía emplearse para la transmisión de sonidos y mensajes hablados. Además, como el número de canales disponible superaba el número necesario, se proponía que los sobrantes fuesen empleados para para crear falsas transmisiones destinadas a engañar al enemigo.

El New York Times reconoció la existencia del invento y la patente interesó a la marina de Estados Unidos, pero consideraron que no podía instalarse en un torpedo y archivaron el proyecto. La posterior invención del transistor hizo factible su utilización y, en 1957, la empresa Silvania Electronics Systems Division, desarrolló el sistema reconociendo completamente la autoría de la patente, aunque éste no fue adoptado por el gobierno para las transmisiones militares hasta tres años después de caducar la misma, por lo que los autores jamás ingresaron un solo centavo por ella.

La primera aplicación del sistema tuvo lugar durante la crisis de los misiles de Cuba en 1962, donde la fuerza naval estadounidense lo empleó para el control remoto de boyas rastreadoras. Posteriormente se empleó en algunos dispositivos utilizados en la guerra del Vietnam (1964-1973) y en el sistema norteamericano de defensa por satélite (Milstar) en los años 90. Hasta la década de los 80 no se aplicaría en ingeniería civil con la irrupción de la tecnología digital. En la actualidad, muchos sistemas orientados a voz y datos emplean sistemas de espectro ensanchado (todas las tecnologías inalámbricas de que disponemos se basan en el cambio aleatorio de canal) y cada vez se encuentran más aplicaciones en la transmisión de datos sin cable.

Hedy fue la pionera absoluta en esta técnica, pero los honores y el reconocimiento tardaron, y mucho, en llegar. El resto de su vida personal no fue afortunada y pasó sus últimos años en su mansión de Miami apartada de un mundo que celebraba las nuevas aplicaciones de su invención sin siquiera nombrarla. Cuando le comunicaron la concesión del Pioneer Award en 1997, simplemente comentó “ya era hora”. Ese mismo año, junto a Antheil, recibió el Bulbie Gnass Spirit of Achievement Award, conocido como el “Oscars of Inventing”, así como una distinción honorífica del proyecto Milstar. En Octubre de 1998, la Asociación Austriaca de Inventores y Titulares de Patentes le concedió la medalla Viktor Kaplan y, en el verano de 1999, el Kunsthalle de Viena organizó un homenaje a la actriz e inventora más singular del siglo XX.

Falleció el 19 de enero de 2000. Su hijo cumplió sus deseos y la mitad de sus cenizas cubrió los bosques de su Viena natal. La otra mitad fue entregada al consistorio vienés para que las enterrasen en un memorial, pero estos, en el enésimo ninguneo a su figura, pidieron 10.000 euros por la lápida. Finalmente, el 7 de noviembre de 2014, recibió un merecido homenaje en Viena y, a título póstumo, fue incluida en el National Inventors Hall of Fame ese mismo año.

Hedy Lamarr había nacido el 9 de noviembre; por eso, cada año en esa fecha se celebra ese día el Día Internacional del Inventor en su honor.


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Laura Alonso es Ingeniera Naval y Oceánica por la UDC. Viguesa de nacimiento, Ferrolana de adopción. Dedicada al Apoyo Logístico Integrado y el continuo aprendizaje por vocación. Puedes conectar con ella a través de LinkedIn.

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4 comentarios en “Hedy Lamarr, la inventora olvidada

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