El 13 de febrero de 1997 el buque portacontenedores Tokio Express fue golpeado por una ola gigante cerca de las costas de Cornualles. Tras el golpe, el buque perdió 62 contenedores en el mar, uno de los cuales contenía casi cinco millones de piezas de LEGO. Más de 20 años después, los habitantes de Cornualles siguen recogiendo pequeñas piezas de plástico de sus playas.

Con más de 5.000 buques portacontenedores en operación y unos 789 millones de TEUs en circulación entre los puertos mundiales, el transporte mediante contenedores representa el 18% del total del transporte de mercancías mundial. Aunque la tendencia a la pérdida de contenedores en el mar ha descendido en los últimos años (en el período 2017-2019 se perdieron 779 contenedores de media anual, mientras la media histórica se encuentra en 1.382 contenedores perdidos al año), los contenedores perdidos siguen representando una amenaza a la seguridad del tráfico marítimo y a la vida marina. Los hundimientos o los embarrancamientos representan el 50% de los contenedores perdidos, pero el 50% restante se debe a malas condiciones del mar o a problemas en los sistemas de sujeción de los contenedores embarcados.
Construido en Hamburgo en 1973 por el astillero Blohm+Voss para la Hapag-Lloyd, el Tokio Express era un buque portacontenedores, el tercero de la serie de cuatro buques de su clase, de 287,6 metros de eslora y 32,3 de manga, capaz de transportar 3.000 TEUs en su interior y sobre su cubierta. En 1984 el buque fue renombrado como Scandutch Edo, pero volvió a su nombre original al ser adquirido por la Pol Gulf International en 1993.

El 13 de febrero de 1997 el buque se encontraba en ruta desde el puerto de Róterdam con destino al puerto de Nueva York, cuando a unas 20 millas de Land’s End, al oeste de Cornualles, fue golpeado por una ola gigante. El buque se escoró a una banda 60 grados, para oscilar 40 grados a la otra banda después, dando como resultado la caída de 62 contenedores al mar. Uno de los contenedores contenía unas 4,8 millones de piezas de LEGO.
La casualidad hizo que las piezas de LEGO perdidas fueran de las líneas LEGO Piratas y LEGO Aquazone, incluyendo 418.000 aletas de buceo, 97.500 botellas de buceo, 26.600 flotadores, 13.000 pistolas arpón o 4.200 pulpos. Y desde el momento del accidente, miles de estas piezas empezaron a llegar a las costas del norte y del sur de Cornualles. Locales y turistas han recogido durante años, décadas, piezas de LEGO de las playas córnicas. Aún hoy en día, 24 años después, se encuentra alguna pieza de vez en cuando.

Lo que para muchos representaba una búsqueda del tesoro (sólo se encontraron 3 pulpos, y los dragones son el Santo Grial de los coleccionistas), para otros representa el peligro del plástico en la contaminación de nuestros mares debido a su durabilidad y al daño que ejerce en la vida animal y en la humana, con el paso de microplásticos a la cadena alimenticia tras ser ingeridos por las criaturas marinas.
A principios de 2020 científicos de la Universidad de Plymouth (Reino Unido) publicaron un estudio en el que comparaban piezas de LEGO no utilizadas con piezas equivalentes encontradas en playas, todas ellas fabricadas con el polímero común conocido como acrilonitrilo butadieno estireno (ABS). El resultado asusta: una pieza de LEGO podría durar entre 100 y 1.300 años en el fondo marino antes de deshacerse por completo.
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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Desde 2013 edita y coordina el blog de temática naval vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de Twitter o LinkedIn.
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