La caza del submarino nazi U-966 en Estaca de Bares

El 10 de noviembre de 1943 las inmediaciones de Estaca de Bares fueron testigo de la cruenta batalla entre el submarino nazi U-966 y diversos bombarderos aliados. Esta es la historia del destino del submarino y de su capitán, Eckehard Wolf, y de cómo éste acabó ligando su vida y más tarde su muerte a este rincón del norte de Galicia.

El U-966 durante el ataque aéreo en Estaca de Bares (USAF/Wikimedia Commons)

El U-966 era un submarino U-Boot del Tipo VIIC, el más utilizado por la Alemania Nazi en la batalla del Atántico contra los convoyes aliados, con 593 unidades botadas en total. Construido en el astillero Blohm & Voss de Hamburgo entre junio de 1941 y enero de 1943, el U-966 fue puesto en servicio el 4 de marzo de 1943, en un momento en el que los aliados contaban ya con buques de escolta equipados con mejores equipos de sónar, aviones de patrulla de largo alcance con radares de búsqueda en superficie y habían descifrado los códigos de la máquina Enigma, lo que les permitía conocer los movimientos de las fuerzas nazis. Todo esto aliviaba las grandes pérdidas que los submarinos alemanes habían causado en el Atlántico durante los primeros años de la guerra.

El U-570, prácticamente idéntico al U-966 (UK Government/Wikimedia Commons)

Al mando del U-966 se encontraba el alférez de navío Eckehard Wolf. Wolf (11 de marzo de 1918 – 26 de marzo de 1978) se había graduado en la promoción 1937b de la Kriegsmarine. Entre marzo y octubre de 1941 había servido como tercer oficial a bordo del U-560, para ser posteriormente ascendido a segundo oficial, rol que desempeñó hasta julio de 1942, cuando tras algunos cursos en la 8. K.L.A pasó a servir en el U-459, antes de hacerse cargo de su propio submarino, el U-966. Apodado “el viejo” por su tripulación a pesar de contar tan solo con 25 años (la tripulación del submarino estaba formada casi toda por novatos de entre 19 y 21 años), sus subordinados lo definían como un comandante paternal pero duro y exigente. “Así nunca llegarán a ser los marineros que podrían ser, quizá buena madera para bolos, ¡pero nunca buenos marineros!”. Estas palabras de Wolf a su tripulación durante los meses de formación fue el origen del apodo del submarino: Gut Holz, buena madera, y de ahí que el emblema del submarino fuera una bola derribando un bolo.

Al acabar los seis meses de formación en el mar Báltico, el U-966 fue destinado a la novena flotilla de submarinos alemana con base en Brest (Francia), pero en vez de dirigirse allí para su primera patrulla partió el 5 de octubre directamente desde Trondheim hacia la costa este de los EE.UU. Bajo una terrible tormenta el submarino fue avistado por dos destructores británicos mientras navegaba al sur de Islandia y las islas Feroe, una zona patrullada férreamente por los aliados. Mientras Wolf realizaba una inmersión de emergencia los destructores lanzaron 87 cargas de profundidad, que si bien no causaron importantes daños al submarino ni a su tripulación, si dejaron el radio transmisor fuera de servicio. Tras tres días sin contacto por radio, los alemanes dieron al U-966 por perdido. Mientras, Wolf y sus hombres, sin objetivos que atacar y sin posibilidad de ponerse en contacto con algún submarino de reabastecimiento, decidieron que lo mejor era volver a la base de Brest antes de agotar las 8.500 millas náuticas de autonomía del sumergible.

La ruta elegida para ello fue a través del golfo de Vizcaya, una zona controlada fuertemente por las patrullas de bombarderos aliados. Obligados a salir a la superficie para recargar las baterías que alimentaban los motores eléctricos que les permitían navegar sumergidos, los alemanes se encontraban la noche del 10 de octubre de 1943 al norte de la costa de Galicia realizando esta tarea cuando recibieron el primer ataque. Un bombardero Wellington GR Mark XI de la RAF aprovechando la oscuridad y el ruido de los motores diésel del submarino cogió por sorpresa a la tripulación del U-966 y lanzó desde unos 100 pies de altura seis cargas de profundidad, que si bien no alcanzaron directamente al submarino, si dañaron seriamente su casco y dejaron fuera de servicio el motor de estribor por la onda expansiva que generaron. Otra inmersión de emergencia puso momentáneamente a salvo al sumergible, pero sus daños eran tan importantes que en vez de dejar de sumergirse a 150 metros continuó descendiendo más allá de los 230 metros de profundidad que estaba preparado para soportar, estabilizándose a unos 240 metros bajo la superficie.

Un Wellington GR Mk XIII equipado con rádar anti submarinos

Sobre el agua, el Wellington patrulló la zona durante un par de horas, pero no volvió a ver al U-966. Este se mantuvo sumergido hasta las 8:30 de la mañana, cuando tuvo que emerger para recargar nuevamente las baterías y los depósitos de aire comprimido. A la vez Wolf ordenaba a su tripulación que se pusieran los chalecos salvavidas. Tan solo media hora después un bombardero Liberator de la US Navy avisado por el Wellington se encontró con el submarino a 85 millas de la costa. Esta vez las ametralladoras del submarino atacaron primero y dañaron de tal manera al aeroplano que fue incapaz de soltar sus cargas. Tras lanzar una ráfaga de proyectiles al U-966, el Liberator puso rumbo a su base dejando tras de sí una larga cola de humo. Wolf puso rumbo a Ferrol con el objetivo de llegar a un puerto seguro en la “neutral” España antes de que el submarino fuera hundido. A las 11:40 ya se encontraban a 18 millas de la costa, cuando fueron interceptados por un nuevo Liberator. Este lanzó cinco cargas de profundidad que hirieron a tres soldados alemanes. El comandante del submarino maniobraba su nave enérgicamente para evitar ser alcanzados de nuevo, pero sobre las 13:05 se unió un nuevo Liberator a la caza, que casi consiguió escorar completamente el U-966 mediante sus cargas de profundidad. El Gut Holz se encontraba tan solo a 12 millas de la costa, pero navegaba ya hundido por popa e iba dejando tras de sí un rastro de aceite.

Un PB4Y-1 Liberator de la US Navy

En estas condiciones era imposible llegar a Ferrol. La tripulación puso sus ojos en el cercano puerto de Cariño, del que ya podían ver sus casas y la torre de la iglesia de San Bartolomeu. Mientras navegaban en el interior de la ría de Ortigueira, rodeados de pequeños barcos de pesca, apareció un nuevo Liberator, la única unidad checa en la RAF. Evitando utilizar las cargas de profundidad que podrían dañar a las embarcaciones locales, los checos lanzaron dos ataques con cohetes, cuatro de los cuales alcanzaron al submarino por debajo de la línea de flotación, abriendo varios agujeros en su casco. El U-966 navegaba a duras penas a dos nudos de velocidad, cuando avistaron lo que parecía una corbeta británica en la distancia. La supuesta corbeta británica era en realidad el veterano guardacostas español Arcila, que había zarpado de Santander el 9 de noviembre para transportar a Ferrol un torpedo alemán encontrado en la costa de Santander, pero eso Wolf no lo sabía. Eran ya las tres de la tarde, y tras seis horas de batalla, el capitán del submarino ya tenía suficiente. Ordenó quemar los documentos secretos, activar una carga de hundimiento con un temporizador de cinco minutos y abandonar la embarcación.

El guardacostas Arcila

La tripulación abandonó el submarino a bordo de las lanchas salvavidas, aunque algunos cayeron al agua y tuvieron que nadar hacia la costa, mientras el submarino explotaba y se hundía tras ellos. El último avión aliado que apareció en la zona fue un Short Sunderland III de la RAF, que al ver a parte de la tripulación del submarino en el agua decidió lanzarles una balsa salvavidas. Pero en ese momento aparecieron tres Ju-88R-2s alemanes que atacaron al Sunderland, abatiéndolo y haciendo que se estrellase en el mar. Mientras tanto, en tierra se estaban organizando los equipos de rescate. Guardia Civil, militares y pescadores de los puertos de Bares y O Barqueiro a bordo de sus pesqueros salieron en ayuda de los supervivientes. De los 50 tripulantes del submarino, tres murieron durante los diferentes ataques de los aviones aliados y otros cinco perecieron ahogados. Los doce tripulantes del Sunderland fallecieron. Sus cuerpos de todos ellos fueron enterrados inicialmente en el cementerio de O Barqueiro con honores militares, aunque posteriormente fueron trasladados al Deutscher Soldaten Friedhof en Cuacos de Yuste (Cáceres) los alemanes y al British Cemetery de Bilbao los británicos.

Un Short Sunderland Mk V (Wikimedia Commons)

Los supervivientes del submarino fueron trasladados a Viveiro, en donde fueron alojados en el Hotel Venecia, salvo tres heridos que permanecieron en O Barqueiro. Entre seis y diez de los supervivientes fueron enviados clandestinamente a Alemania, algunos vía Vigo y otros vía Madrid. El resto fue llevado días después a Ferrol para su internamiento en la base naval de A Graña. En la ciudad departamental se encontraron con los tripulantes del submarino U-760, internados allí desde septiembre y con los de los petroleros Nord Atlantic y Max Albrecht. Los alemanes mataban el tiempo jugando al fútbol o paseando por las calles de Ferrol, ante la desesperación de la Kriegsmarine, necesitada de personal para sus submarinos. En el verano de 1944 la marina alemana decidió que al menos uno de sus comandantes debía volver al frente. El elegido fue Wolf al ser el más joven. Para sacarlo del país sin que la inteligencia aliada se enterase, Wolf fue trasladado en noviembre de 1944 a un hospital en Madrid con una oportuna dolencia pulmonar, en donde “falleció” días después. Al mismo tiempo, bajo la falsa identidad de Erich Wever, el capitán del U-966 viajaba en un vuelo comercial de Lufthansa destino Alemania.

Estación Naval de A Graña (Ferrol)

Ascendido a Kapitänleutnant el 1 de enero de 1945, Wolf nunca capitaneó un nuevo sumergible, sino que tomó el mando de una compañía de infantería de marina en la defensa de Hamburgo hasta la caída de la ciudad ante las tropas británicas en mayo. Tras la guerra, Wolf se casó y tuvo dos hijos. Acompañado de su familia hizo de la visita vacacional a O Barqueiro una tradición, tanto que uno de sus hijos acabó casándose con una chica local. Los restos del submarino todavía eran visibles en marea baja, hasta que en los años sesenta se decidió desguazarlo casi completamente. La última voluntad de Wolf tras fallecer en marzo de 1978 fue que sus cenizas fueran esparcidas en la costa de Estaca de Bares, cerca del destino final del U-966. La ubicación exacta del pecio del submarino permaneció oculta durante más de 50 años, hasta que en junio de 2018 dos buceadores aficionados de Viveiro y un arqueólogo e investigador de Pontevedra, tras ocho años tratando de localizar el pecio, lo hallaron a unos 25 metros de profundidad cerca de Punta Maeda. Tras dar parte a las autoridades han decidido mantener oculta la ubicación exacta de los restos del U-966.


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Juan A Oliveira es Ingeniero Técnico Naval por la Universidade da Coruña y MBA por la UNIR. Desde 2013 edita y coordina el blog de temática naval vadebarcos.net. Puedes conectar con él a través de Twitter o LinkedIn.

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