A Fran
La caza de la ballena ha sido una actividad milenaria. De hecho, unos petroglifos en Corea del Sur, con una datación de más de 5.000 años de antigüedad, muestran señales del aprovechamiento de restos de cetáceos y de lo que son, probablemente, escenas de caza. En cuevas neolíticas se han encontrado vestigios del aprovechamiento de los huesos de estos mamíferos para fabricar herramientas.
En España, la caza de la ballena y toda la industria a su alrededor también tuvo su época de gran esplendor. La ballena franca fue la primera especie explotada comercialmente, y la más explotada durante siglos. La ballena se cazaba en toda la costa cantábrica, pero fueron los vascos los pioneros y los que mejor se especializaron en ella.
Las evidencias de la industria ballenera en el País Vasco se remontan a los inicios del siglo XI, y constituyen uno de los primeros pasos de una aventura que duró siglos, que está muy mitificada, pero que está también sostenida por una importante base documental, con todos los estudios llevados a cabo por Selma Huxley, por ejemplo, la historiadora británico-canadiense que a partir de los años 70 del siglo pasado estudió y sacó nuevamente a la luz los detalles de la industria ballenera vasca en las aguas de Canadá.
Pero la caza de la ballena industrializada se impondría, en realidad, durante el siglo XIX y, sobre todo, el XX, con flotas bien equipadas y financiadas, que reportarían a cambio enormes beneficios económicos, aunque al alto precio de esquilmar prácticamente a todas las especies de ballenas (tampoco es que la caza artesanal que existía antes pudiese considerarse sostenible, fundamentalmente porque la época de la caza coincidía con la temporada de cría de la ballena franca y se cazaban tanto crías como adultos).

Ivashchenko, Yulia & Clapham, P.J. & Brownell, Robert. (2011). Soviet illegal whaling: The devil and the details. Marine Fisheries Review. 73. 1-19.
Entre esas flotas industriales se encontraba la flota ballenera soviética, vista como ilegal por muchas otras, y en la cual existía un elemento diferenciador respecto a todas las demás: la presencia de un número relativamente elevado de mujeres a bordo. Sus cargos y tareas no se limitaban a las áreas de “fonda y hotel”, sino que también estaban embarcadas científicas (había científicos embarcados en todos los balleneros soviéticos menos en el Aleut), operadoras de radio, etc. Pero su máximo exponente sería una capitana, la única capitana de un barco ballenero, Valentina Orlikova, que estaría al mando del ballenero Storm entre 1947 y 1953.
Valentina Yakovlevna Orlikova (19 de febrero de 1915 – 31 de enero de 1986) comenzó a formarse en el mundo marítimo en la Escuela Técnica de Transporte Acuático de Vladivostok, continuando sus estudios después en la Facultad de Navegación del Instituto de Ingenieros de Transporte Acuático de Leningrado
En 1943, Valentina fue muy promocionada por la propaganda soviética debido a que, anteriormente, había ostentado el cargo de oficial en la marina mercante y a que durante la Gran Guerra Patria sirvió en diversos buques de la armada de su país, participando en 1941 en la evacuación de Tallin y entre agosto de 1942 y octubre de 1944 en el transporte de ayuda mutua entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, llegando a viajar sin escolta. También sirvió en un buque hospital en el mar Báltico, donde tuvieron la mala suerte de chocar contra una mina, aunque consiguieron poner a buque y pacientes a salvo.
Por su enorme belleza, Valentina fue entevistada en diversas ocasiones en los Estados unidos, donde era una auténtica celebridad, llegando a ser portada de una revista. Esta fama la alcanzó tras ser la imagen de una campaña publicitaria en New York.

Se convirtió, así, en un icono mediático de los más admirados. El Milwaukee Journal publicaba el 28 de febrero de 1943 un artículo que llevaba por titular ‘Pretty little Soviet girl is officer on cargo ship’ (Una bonita chica soviética es oficial en un buque de carga), y el Illinois Alton Evening Telegraph celebró su figura también, eso sí, haciendo hincapié en su belleza, sus atribuciones físicas y su vida personal. El Telegraph indicaba que Valentina quería llegar a capitán, y que estimaba necesitaría tres años más para ello. Al parecer ella les confesó que nunca se había sentido cuestionada por el hecho de ser mujer.
Según recordaría más tarde la escritora estadounidense Anais Nin “Había aparecido una foto suya, de la que todos nos enamoramos… Transmite firmeza y capacidad, sin dureza ni frialdad. Se convirtió en un símbolo de los deseos más secretos de la mujer: ser libre y estar al mando de su propio destino, responsable sin perder su feminidad. Queríamos imitar a Valentina Orlikova. Nos vimos capitanes esbeltos, eficientes y capaces de nuestro barco y de nuestras propias vidas. No era un deseo de ser un hombre, sino de ser libre y con capacidad de autodirección y crecimiento profesional »
Y, según la ingeniera naval e historiadora Jo Stanley: “Nin se vistió con el esmoquin de su marido y se cortó el pelo, a modo de emulación. Las necesidades de trabajo de las mujeres en tiempos de guerra y las nuevas alianzas temporales de las potencias aliadas se vieron favorecidas porque ella (Valentina) no encajaba en el estereotipo del “oso ruso corpulento”. El mensaje transmitido era que podías ser linda, una trabajadora dura y una mamá casada, y alguien de la tierra del comunismo.”
Tras la Guerra, además de ser condecorada, Valentina consiguió llegar a capitán mandando el mencionado ballenero Storm en el Lejano Oriente. Curiosamente, nunca volvió a tener la misma relevancia mediática que durante la guerra.

Los historiadores Markwick y Cardona estimaron que hasta 21.000 mujeres trabajaron en la marina de guerra soviética. Algunas llegaron a capitanas de la flota fluvial del Amur, que navegaba en los ríos Amur y Sungari, considerados seguros. Las mujeres destacadas en el Astrakhan (Flotilla del Caspio), que transportaban munición, tropas, heridos y provisiones fueron muy condecoradas. Y, por su parte, en la flota del Mar Negro, navegaron 2.854 mujeres.
No todas ellas llegaron a ser capitanas de buques oceánicos, en parte debido a cierta discriminación que sufrieron. Por el contrario, las laureadas Anna Ivanovna Schetinina (primera capitán de un buque oceánico en todo el mundo) y la propia Valentina fueron parte de las aceptadas en la marina mercante, incluso en la ruta de Murmansk, considerada de las más peligrosas.
No deja de ser llamativo que aquella tendencia a que las mujeres realizasen trabajos “tradicionalmente masculinos” en la URSS se invirtiese. En 1970, cuando Nina Baker, segunda mujer británica oficial de cubierta, visitó la Unión Soviética, oficiales locales (hombres) visitaron su barco a propósito para observar esa “rareza”. De lo que sí hay constancia es de una mujer primer oficial en la flota mercante rusa en 1980, Valentina Plutova.
Valentina Orlikova, por su parte, fue considerada no solo una especialista en el campo de la pesca y una excelente capitana, sino también una marinera experimentada e incluso una educadora. Por sus muchos años de servicio recibió el título de Héroe del Trabajo Socialista.
Murió el 31 de enero de 1986, el mismo año en que España firmaría su adhesión a la Prohibición Mundial del Comercio de Ballenas (tras haber pescado su última ballena en octubre de 1985). Hoy en día, las calles de muchos pueblos costeros llevan su nombre. Se instaló una placa conmemorativa en la casa donde vivía y su historia ha sido la base de varios documentales.
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Laura Alonso es Ingeniera Naval y Oceánica por la UDC. Viguesa de nacimiento, Ferrolana de adopción. Dedicada al Apoyo Logístico Integrado, la Gestión de la Innovación y el continuo aprendizaje por vocación. Puedes conectar con ella a través de Twitter o LinkedIn.
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